Acaso...

¿Se creen mis vecinos que vivo pendiente de sus gustos musicales? ¿Que me interesa saber el último chisme de la tía Lucía? ¿Que las angelicales voces de sus niños son una adecuada canción de cuna a la media noche?

Supongamos, uno organiza una reunión, creo que es para que tenga lugar en la sala de la casa de uno, ¿no? Mentira. Mis vecinos han decidido que las escaleras comunes son el mejor lugar para fumar, tirar las colillas, reír a carcajadas y gritar como si la cosa fuera a ponerse aburrida si no lo hacen.

Y cuando hay pastel infantil es todavía mejor: el pasillo es, lo ignoraba, una  perfecta cancha de futbol, los peldaños un comedor infantil y guardería sin
costo. A eso le llamo yo ser ahorrativos.

Y yo que llevo tantos años empeñada en que las fiestas se hagan de puerta para adentro, estoy equivocada de medio a medio. ¿Por qué privar a mis vecinos de la
melodiosa vos gritante de mis amigos, de nuestras selecciones musicales, de nuestros chistes locales? Oh, Dios, he pecado de egoísmo, perdóname.

Pero siempre hay tiempo de corregirse. Ya veremos qué opinan del ensayo de la batucada a las dos de la mañana. Con suerte ellos pagarán las cervezas.